Autor: José Antonio Borrego Suárez.
Relato: La pena.
Continuación de cuento Lombán.
La tía Adelita me aclaró hace bastante tiempo, cuando aún vivía, la diferencia que había entre la tristeza y la pena. Para ella, la tristeza te entraba y luego el tiempo la sacaba, incluso si tenía fuerte el ánimo te la podías sacudir pronto; pero la pena no. La pena era una tristeza que te agarraba las entrañas y te pudría.
La primera vez que vi la pena en la cara de un hombre fue en la de Lombán. Aquel día los cangrejos se nos dieron bien, cogimos bastantes. Cuando terminamos de coger las trampas y sacar todas las capturas de detrás de un soto de aneas, salió la pareja de guardias.
"Bien, Lombán, veo que cogiste suficientes bichos. Eso es bueno porque en el cuartelillo somos muchos. Manda al chaval que los lleve y que no se extravíe ninguno. Explícale lo que te puede pasar si ocurriera algo parecido", y se marcharon riéndose.
Entonces le vi la pena que le pudría, la sombra que le envenenaba. Lombán me mandó con un gesto, no tuvo que explicar nada, yo le entendí y empecé a quererle.
(Este relato sigue en:
https://camposdelsur-literaturablog.blogspot.com/2020/07/pelo-paja-lomban-y-los-cojones-de-mi.html)
Relato: La pena.
Continuación de cuento Lombán.
La tía Adelita me aclaró hace bastante tiempo, cuando aún vivía, la diferencia que había entre la tristeza y la pena. Para ella, la tristeza te entraba y luego el tiempo la sacaba, incluso si tenía fuerte el ánimo te la podías sacudir pronto; pero la pena no. La pena era una tristeza que te agarraba las entrañas y te pudría.
La primera vez que vi la pena en la cara de un hombre fue en la de Lombán. Aquel día los cangrejos se nos dieron bien, cogimos bastantes. Cuando terminamos de coger las trampas y sacar todas las capturas de detrás de un soto de aneas, salió la pareja de guardias.
"Bien, Lombán, veo que cogiste suficientes bichos. Eso es bueno porque en el cuartelillo somos muchos. Manda al chaval que los lleve y que no se extravíe ninguno. Explícale lo que te puede pasar si ocurriera algo parecido", y se marcharon riéndose.
Entonces le vi la pena que le pudría, la sombra que le envenenaba. Lombán me mandó con un gesto, no tuvo que explicar nada, yo le entendí y empecé a quererle.
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