EL ENGAÑO DE LAS CIFRAS
Autor: Manolo Cabello
Autor: Manolo Cabello
Una cifra. A veces son
solo unas cifras.
Cifras alarmantes: números que anonimizan,
invisibilizan a la persona
ocultando la terrible realidad a la vista.
Personas que han muerto solas.
En la más terrible soledad.
de una cama en un geriátrico
abandonados a su suerte.
Sin médico, sin asistencia.
Contagiados por la peste del Siglo XXI.
Muertos en esos aparcamientos de ancianos
que esperan su final sin esperanza, impotentes, vencidos.
Ahora sí: vencidos por la incompetencia de una mala gestión.
Vencidos por anteponer el beneficio privado a la asistencia
pública.
Vencidos por ser pobres: los pobres mueren más por no tener
buenas condiciones de vida.
Vencidos por regatearles personal, comida, cuidados en salud…
Vencidos por unos políticos que favorecieron a amigos con
regalías.
Vencidos porque la corrupción política les convirtió en moneda
de cambio empresarial.
Vencidos por una sociedad que miraba para otro lado librándose
de la carga que suponía ejercer el apoyo mutuo con sus ancianos.
Vencidos por una sociedad que olvidó que vosotros
construisteis nuestra ahora. Ahora, con un bienestar que ellos jamás tuvieron.
Vencidos por la ignorancia de su sacrificio, de su trabajo, de
su creación colectiva.
Vencidos por unos valores que priman lo individual frente a la
atención al otro, al hermano de raza, de clase.
Vencidos por un capitalismo salvaje que os convirtió en basura
social: improductiva, desechos humanos,
o como dijo el F.M.I. sois/eráis un “riesgo porque vivís más de lo esperado”.
Y ni siquiera
vuestra familia pudo coger vuestra mano, daros un último adiós. Habéis muerto
–muchos- como habéis vivido: siendo ignorados, ocultos, invisibles.
Por eso yo os
pido que os rebeléis, que proclaméis vuestra historia, la de cada uno y cada
una, la individual, la colectiva, que exijáis reparación a tamaña ignominia.
Que como
pesadillas estéis presentes ante tanto responsable de vuestra muerte. Que seáis el dedo acusador, el grito
desgarrado –el último grito- para esa pléyade de parásitos que traficó con
vuestros últimos años de vida.
Que exijáis
también reconocimiento, respeto, dignidad para los que aún fueron vuestras
compañías de calvario residente.
Quizás vuestra
muerte pueda salvar vidas. Las de los
más cercanos.
Levantar conciencias
dormidas ajenas a vuestro dolor y hacerles saber que, antes o después, va a ser
el dolor de casi todas y cada uno.
Que si no somos
solidarios ante el dolor este nos va a alcanzar.
Que seáis lo
últimos olvidados.
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