Ignacio Escañuela Romana
23 de junio de 2025
Por la mañana, los gestos habituales forzados, como en una especie de competición, lavarse, vestirse, café, recoger la ropa, regar las macetas, buscar las llaves, repasar lo por hacer,… como protocolos hueros y repetidos, bajo una inmensa desgana.
Entonces, desde el principio, el muro invisible que se presentaba algunas mañanas, a veces por la tarde tras el trabajo, en fin, alguna vez con la amargacea. Sólido pero intangible, utópico pero omnipresente, quitador de resuellos.
Ya pronto, el forzamiento de los gestos obligados de la educación, para asegurar de nuevo la incardinación social y el trabajo, como señales absurdas de mentiras repetidas. Cabizbajo, se dirigió hacia todo ello.
Hasta bien entrada la mañana, el choque reverberaría, sumiéndole en la insensatez de una cierta desesperación inevitable, en el tiempo revelado del desgarro.
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