José Antonio Borrego Suárez
Ríos de sangre anegan los olivos.
acidez y dolor es su fruto.
En un parto de muerte, su aceite.
En los montones de escombros no amanece.
Las trituradas risas de los niños no suenan.
Y los huesos se pudren en el olvido.
Y bajo las bombas una palabra.
Exterminio, bien grande, ¡EXTERMINIO!
Y las eternas preguntas:
¿Hay lágrimas capaz de llorar este dolor?
¿Hay castigo que pueda justificar esta venganza?
¿Reflexión que pueda admitirlo?
Y esa pregunta que es la más cruel y que nos implica a todos:
¿Y la humanidad donde queda?
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