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Azul de metileno. Antonio Delgado Pinto.

Antonio Delgado Pinto.

azul de metileno el cielo
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los espermatozoides se han muerto
en los profilácticos de fin de siglo

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en las cláusulas de la jornada
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ahora el mercurio cultiva sombras
en las aceras
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demografía nocturna y xenofobia

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LAS FUGAS DE ERNESTO

José Antonio Borrego Suárez Lo único que lamenta Ernesto es no poder esquivar al bicho que le muerde las piernas. Está sentado junto a la chimenea y se masajea los muslos, ajeno a la retahíla de reproches que sus hijas le propinan por la última fuga . Lo hacen todos los días, porque todos los días se escapa. Nadie sabe cómo lo logra… él sospecha que sus hijas tienen mucho que ver. Lo echan de menos sobre la hora del almuerzo, aunque saben que su padre se marchó hace tiempo, al principio de la mañana, es ahora cuando su ausencia se hace presente. Como si fuese un pacto tácito y se concedieran un espacio de tiempo, una tregua, establecida, para que esa tolerancia que establecen no termine en juego. Si Ernesto no aparece a la hora del almuerzo, las hermanas comen y discuten. Se acusan de la débil vigilancia que ejercen sobre papá. Se culpan mutuamente de que Ernesto consiga escapar todos los días, pero aunque no lo dicen, las dos también saben que colaboran en dicha fuga, mirando para otr...

LA LLUVIA DE LA CALLE SOLITARIA

José Antonio Borrego Suárez Siempre hay alguien caminando por una calle solitaria bajo la lluvia. Nosotros lo sabemos. Lo sabemos porque escuchamos sus zapatos en los charcos, porque oímos su cansancio, y nos duele los pies. Es una calle de la noche, porque el intruso la camina  a esas horas, envuelto en su gabardina.  Porque es cuando la lluvia es inhóspita y gélida.  Es una calle de la ciudad del invierno. De qué otra ciudad podría ser. De esa ciudad donde todos se pierden, de la ciudad donde nos perdemos todos alguna vez. Esa calle es tan larga que los pasos resuenan toda la noche, y tan fría que se siente como las mejillas se hielan. Esta calle pasa justo por delante de nuestra puerta.

Gaza

José Antonio Borrego Suárez Ríos de sangre anegan los olivos. acidez y dolor es su fruto. En un parto de muerte, su aceite. En los montones de escombros no amanece. Las trituradas risas de los niños no suenan. Y los huesos se pudren en el olvido. Y bajo las bombas una palabra. Exterminio, bien grande, ¡EXTERMINIO! Y las eternas preguntas: ¿Hay lágrimas capaz de llorar este dolor? ¿Hay castigo que pueda justificar esta venganza? ¿Reflexión que pueda admitirlo? Y esa pregunta que es la más cruel y que nos implica a todos: ¿Y la humanidad donde queda?