José Antonio Borrego Suárez No es cierto que cuando se mata la palabra, se mata la vida, al menos en parte…, porque en silencio también se vive. Solo cuando la vida se elimina, acaba la palabra, el silencio, el sueño, la alegría, la tristeza…, todo lo que es humano. Nacer bajo los cielos malditos que la historia señaló, solo es una cuestión de azar. Y las bombas nos estremecen, nos estremece tú muerte, otra más que sumar al despropósito del horror. Una muerte que no es especial porque son tantas, que la crueldad con su indiferencia l a hace número, la deshumaniza. Hasta en los niños se quita lo humano que posee la muerte. La tuya Heba, porque es la tuya y no quiero que te la quiten… provoca el ahogo de la rabia, de la impotencia, de hartazgo por tantos años viendo cómo bajo ese cielo donde naciste, crece desaforada la lluvia de la impunidad. Cielos malditos… que conozco porque heredé la memoria de mí gente, cielos que se extienden por el mundo, que nunca dejan de...
José Antonio Borrego Suárez Siempre hay alguien caminando por una calle solitaria bajo la lluvia. Nosotros lo sabemos. Lo sabemos porque escuchamos sus zapatos en los charcos, porque oímos su cansancio, y nos duele los pies. Es una calle de la noche, porque el intruso la camina a esas horas, envuelto en su gabardina. Porque es cuando la lluvia es inhóspita y gélida. Es una calle de la ciudad del invierno. De qué otra ciudad podría ser. De esa ciudad donde todos se pierden, de la ciudad donde nos perdemos todos alguna vez. Esa calle es tan larga que los pasos resuenan toda la noche, y tan fría que se siente como las mejillas se hielan. Esta calle pasa justo por delante de nuestra puerta.