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Tal vez el tiempo

Ignacio Escañuela Romana 27 de agosto de 2025 Fue tal vez el tiempo tendido en los vientos de poniente del otoño acechante y confuso, a horas avanzadas de la tarde en medio de un sencillo campo de olivos descansando tras mares de luz del mediodía; o quizá simplemente los recuerdos fortalecidos que reclamaban inmisericordes la constancia de las oportunidades perdidas y los hechos irrealizados, con su carga de exigencia primigenia e inquieta; o es posible que simplemente la edad llamaba a rememorar las historias ya míticas de la memoria real de tiempo y espacio de una cierta epopeya personal reconstruida pero inefable por sí misma; o cabía que la belleza aguardaba tras la luz acostada de los rayos anhelantes y fantásticamente rojos del sol desapareciente en la bruma que se posaba casi nocturna; o...

El muro

Ignacio Escañuela Romana 23 de junio de 2025 Por la mañana, los gestos habituales forzados, como en una especie de competición, lavarse, vestirse, café, recoger la ropa, regar las macetas, buscar las llaves, repasar lo por hacer,… como protocolos hueros y repetidos, bajo una inmensa desgana. Entonces, desde el principio, el muro invisible que se presentaba algunas mañanas, a veces por la tarde tras el trabajo, en fin, alguna vez con la amargacea. Sólido pero intangible, utópico pero omnipresente, quitador de resuellos. Ya pronto, el forzamiento de los gestos obligados de la educación, para asegurar de nuevo la incardinación social y el trabajo, como señales absurdas de mentiras repetidas. Cabizbajo, se dirigió hacia todo ello. Hasta bien entrada la mañana, el choque reverberaría, sumiéndole en la insensatez de una cierta desesperación inevitable, en el tiempo revelado del desgarro.

Fue la época de

Ignacio Escañuela Romana 21 de agosto de 2025 Fue la época de la traición, cuando mil rebeldes se ausentaron y mil sueños se secaron bajo el sol y los vientos de solano. Fue el período de la traición, sobre todo, porque mil ideales fueron anulados y la tendencia a desaparecer en palabras se consolidó. Cuando mil fábulas fueron contadas y descartadas, y quedó el llanto bajo estrellas eternas que, por fin y muy al final, aliviaron la mentira y, de repente, añorando la vida y la muerte, los fríos cortantes y el largo océano fluido, los olivos mecidos en un verano perpetuo de mares tempestuosos, al fin, atreviéndose a mirar desapasionadamente y por obligación hacia sí mismo; despertó brevemente en la agonía de la repetición de las vidas humanas.

Revivir leyendo

Ignacio Escañuela Romana 18 de agosto de 2025 En la lectura de la novela encontró personajes con sentimientos más fuertes y específicos, situaciones más originales, detalles más profundos e instantáneos. Le chocó profundamente porque fue como recordar viejos sueños y vivir antiguas experiencias. Extraño ante sí mismo se vio obligado a reflexionar sobre los años en el abandono, las experiencias dejadas atrás. En fin, sobre la autenticidad. Comprendió que las intenciones buscadas no llegaban a aproximar al impulso imperioso de ser sí mismo., de no abandonar de ningún modo esa materia de la vida que sentía intrínseca. Como si todo fuese seguir un hábito vacuo e insulso, carente de valor. Entonces, en la lectura apasionante del texto convertido en sí mismo, comenzó a revivir.

Nostalgia filosófica

Ignacio Escañuela Romana 18 de agosto de 2025 Al primer filósofo le subyugó la temporalidad del mundo, el hecho incomprensible de que todo existe en el antes y el después, hasta desaparecer. Preguntó inevitablemente por el por qué. En cuanto lo hizo, fijó el destino del pensamiento en la historia. Desde entonces, todos los pensadores han buscado lo estable y permanente. ¿Qué podría ser fuera del tiempo? Supusieron que algún principio o ley sería permanente. Una esperanza. El filósofo se sienta, pues, aquí y ahora bajo las estrellas, como tantos otros antes y después, en esa historia hecha por los hombres en el tiempo pasajero. Observando paciente el transcurso, lo huyente, todo lo inexplicable como tal, siente una terrible nostalgia.

El rayo verde

Ignacio Escañuela Romana Julio 2024 En aquellos días veraniegos, cuando la amargacea comenzaba a soplar, a veces vientos de marea, otros de solano, como decididos por un daimonion socrático, amaba él pasear largamente. Escucharía con curiosidad el sonido del roce de los zapatos con la arena en el camino, mientras recordaría días pasados al alba. Ya en la senectud, había dejado de ansiar la lucha con molinos, la gloria y la fama, y recordaba simplemente. Comprendía que por primera vez observaba en silencio, sentía en su interior lo percibido, disfrutaba con el hecho de ser hombre y tener limitaciones. No era una felicidad, lo sabía, pues incluso había dejado de luchar por esa quimera. Pero sí tenía la intensa sensación de observar el mundo, como nunca antes, como era. No se hacía ilusiones de veracidad, sabía que todo lo modificamos para verlo a nuestra forma. Incluso aquella forma interior había sido oscurecida por los afanes, la ambición de conquistar el mundo. Le había costado mucho...

Escribir

Ignacio Escañuela Romana 11 de agosto de 2025 Escribir lo es si se realiza en el cantil, y el hombre se encuentra ante sí mismo y el mundo. No puede ser cómodo, ni acomodaticio, trillado o repetitivo; no puede buscar el éxito ni el fracaso, sólo centrarse en sí mismo. Escribir se pertenece, no pide nada más que la tarea, el trabajo de crear y sentir el resultado.